PRODUCCIÓN LITERARIA DE LOS ESCRITORES DE LA NARRATIVA DEL SIGLO XIX

 César Dávila Andrade


(1918 - 1967)
Ecuatoriano - Cuenca
 
"Boletín y elegia de las mitas"

Yo soy Juan Atampam, Blas Llaguarcos, Bernabé Ladña,
Andrés Chabla, Isidro Guamacela, Pablo Pumacuri,
Marcos Lema, Gaspar Tomayco, Sebastián Caxicondor.
Nací y agonicé en Chorlaví, Chamanal, Tanlagua,
Nieblí. Si, mucho agonicé en Chisingue,
Naxiche, Gambayna, Poalé, Cotopilaló.
Sudor de sangre tuve en Caxají, Quinchirana,
en Cicapla, Licto y Conrogal.
padecí todo el Cristo de mi raza en Tixán en Saucay,
en Molleturo, en Cojitambo, en Tovavela y Zhoray.
Añadí así más blancura y dolor a la cruz que trajeron mis verdugos.
A mí tam. A José Vacacela tam.
A Lucas Chaca tam. A Roque Caxicondor tam.
En plaza Pomasqui y en rueda de otros naturales
nos trasquilaron hasta el frío la cabeza.
Oh, Pachacámac, señor del universo,
nunca sentimos más helada tu sonrisa,
y al páramo subimos desnudos de cabeza,
a coronarnos, llorando con tu sol.
A Melchor Pumaluisa, hijo de Guápulo,
en medio patio de hacienda, con cuchillo de abrir chanchos,
le cortaron los testes.





Jorge Icaza


(1906 - 1978)
Ecuatoriano - Quito

"Barro de la sierra"

El sol, como un inmenso disco de oro, se hundía en el horizonte, incendiando las cumbres andinas. La tarde se vestía de púrpura y oro, mientras las sombras se alargaban en la llanura. En la lejanía, el Chimborazo, gigante de nieve y roca, se erguía majestuoso, dominando el paisaje.

De pronto, un rumor sordo recorrió la quietud de la tarde. Un temblor, apenas perceptible, sacudió la tierra. Un segundo temblor, más fuerte que el anterior, seguido de otro y otro más. La tierra rugió, las casas se estremecieron, y el Chimborazo, en un último estertor, vomitó fuego y ceniza.

Una nube negra y densa se elevó hacia el cielo, ocultando el sol. La oscuridad se apoderó del día. Un viento huracanado azotó la llanura, arrancando árboles y techos de las casas. Los animales corrían despavoridos, buscando refugio.





José de la Cuadra

(1903 - 1941)
Ecuatoriano - Guayaquil 

"Las Sangurimas" 

Nicasio Sangurima, el abuelo, era de raza blanca, casi puro.
Solía decir:
—Es que yo soy hijo de gringo.
Tenía el pelo azambado, revuelto en rizos prietos, como si por la cabeza le
corriera siempre un travieso ciclón: pero era de cabello de hebra fina, de
un suave color flavo, como el de las mieles maduras.
—Pelo como el fideo «cabello de ángel» que venden en las pulperías,
amigo. ¡Cosa linda!
Las canas estaban ausentes de esa mata de hilos ensortijados. Por ahí en
esa ausencia, denotaba su presencia remota la raza de África.
Pero don Nicasio lo entendía de otra manera:
—¿Pa qué canas? Las tuve de chico. Ahora no. Yo soy, de madera
incorruptible, guachapelí, a lo menos.
Tras los párpados abotagados, enrojecidos, los ojos rasgados de don
Nicasio se mostraban realmente hermosos. La pupila era verdosa,
cristalina, con el tono tierno de los primeros brotes de la caña de azúcar. O
como la hierba recién nacida en lo mangales.




Pablo Palacio

(1906 - 1947)
Ecuatoriano - Loja

"Un hombre muerto a puntapiés" 

durante la cual, al igual que la mayoría de los jóvenes
ecuatorianos, llegué a compenetrarme íntimamente
con la realidad de nuestro país, y, como manifestación
de aquella realidad, con su literatura, pocas líneas de
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un escritor nacional quedaron más grabadas en mi
memoria que:
“¡Chaj!
 con un gran espacio sabroso
¡Chaj!”.
Tengo para mí que ésta, la más famosa onomatopeya de las letras del Ecuador –que grafica en signos
legibles el macabro crujido de dos patadas sobre la
nariz fracturada del pederasta Ramírez– marcó en su
hora dos hitos indelebles:


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